miércoles, 9 de enero de 2008

Historia de Teatro Maipo

El Teatro Maipo es sinónimo de luces y de alegría. La tradicional sala le dio claridad a la esquina de Corrientes y Esmeralda, no menos mítica y es testigo del recorrido del siglo desde varios puntos de vista: el de la música, el de la política, el de las canciones, el de las “audacias” y el de la belleza encarnada en la mujer.

El Maipo equivale el claroscuro porteño - el furor instantáneo y la melancolía agazapada y omnipresente - y es la más elocuente manifestación de un tiempo de decir y sentir popular que se niega a desparecer. Ayer como espacio para la revista y el monólogo afilado, hoy como sitio para que gane lugar la forma teatral, el Maipo no muere nunca, como el deseo con que el público aclama a sus estrellas.

La historia del Maipo es larga y el destino teatral permanece prendido al predio donde está edificado. Se dice que, ya en la Colonia, había allí, hoy Esmeralda 445 - un espacio para representaciones. El dato más viejo, es menos lejano: anota que en 1892, cuando había allí un salón del que era propietario un señor E. Corradi, el empresario R. Barrera se ocupaba de las cosas del espectáculo. En 1906 ese salón fue demolido y en su lugar se levantó un “café - concierto”, seguramente para deleite del público con reminiscencias hispánicas. Era tiempo de tonadillas y de cupleteras, que no acabó allí por cierto.

Desde el 7 de mayo de 1908 ocupó ese sitio el Teatro Scala. Dice Ricardo M. Llanes que, “por lo picante de sus cuadros”, fue puesto a competir con el Royal Theatre, situado a la vuelta, en Corrientes 835. El Scala fue lujoso y era caro. Se hablaba y se cantaba en francés y en los cuadros destellaban mujeres de gran belleza, de rostros desconocidos para los espectadores asiduos al género aún no del todo revisteril. En Mayo de 1908 hizo revuelo la puesta del “Nuevo Music-Hall” denominados “La Revue de la Scala”, cuando era administrados el señor Vernier. Se lo publicitaba como El Teatro Aristocrático. Un poco después, también una italiana, la cantante Renata Montebello, atrajo público. Se presentaba acompañada por las Seis Pals y por malabaristas y cantantes inglesas. Ya no importaba el francés, si el toque internacional y la atracción de “la juventud pudiente y elegante”, según califica Llanes.

Por esos años, los espectáculos más llamativos se representaban en el Liceo, el Politeama Argentino, el Opera, el Nacional de la calle Florida, en Le Moulin Rouge (Lavalle al 800), el Comedia, el Apolo, el Argentino, el Odeón, el Mayo, el Marconi y en el citado Royal Theatre. El Avenida, el Buenos Aires y el Solís abrieron sus puertas entre 1908 y 1910.

El 1 de octubre de 1915 y casi sin transformaciones edilicias, el Scala pasó a llamarse Esmeralda, como la calle donde está emplazado. El nuevo propietario, José Costa, decidió contratar al grupo francés de Charles Lebrey y darle a la concurrencia un sentido más familiar. Seguramente desapareció el tradicional coro de piernas a la vista. El cine, que crecía desmesuradamente por aquellos años, en este como en los otros teatros de la ciudad alternaba con los números musicales y con las representaciones teatralizadas. El cine la pantalla y sobre el escenario, una mezcolanza de music hall y de pista circense. Cuenta el recuerdo que el dúo Carlos Gardel - José Razzano por un lado y la española Gloria Guzmán por el otro hicieron furor entre los concurrentes. El color porteño fue ganando espacio en el escenario del futuro Maipo y allí Gardel estrenó el tango “Lita”, de Pascual Contursi y Samuel Castriota, que con los años se denominó “Mi noche triste”. Cuando la revista entendió el colorido del popularizado “bataclán”, en los años veinte, obligó a la sala de Esmeralda 445 a cambiar de nombre y de orientación. Aunque Ricardo M. Llanes lo fecha en 1919, fue el 13 de agosto de 1922 cuando el Esmeralda ofreció su última función: Los Santos Ferris, Pilarica, Pitcher, Isabelita López, Los Adolfi, el Trío Marylan y los estrenos de “El burlador burlado” y “El beso furtivo”, probablemente dos películas cortas. Al día siguiente, el teatro se llamaba Maipo, como hasta hoy. Lo había comprado un francés de apellido Lombart.

Pero el autor de la idea fue Humberto Cairo, que era hombre del espectáculo y que había ganado una discreta fortuna al frente de la Sociedad General Cinematográfica como guionista y productor del film “Nobleza Gaucha” (1915), un suceso en la pantalla nacional de los directores Gunche y De La Pera. Cairo fue administrador del Maipo muchos años, durante la primera gran época de oro. En 1922 también había venido a Buenos Aires la célebre madame Rasimí, que conmocionó el ánimo de la ciudad con su no menos famoso Ba-Ta-Clán, un elenco.

Humberto Cairo, por supuesto, no desestimó las atractivas posibilidades del cine y continuó con algunas proyecciones entre las presentaciones iniciales de Nati la Bilbainita, una bailarina, de Teresita Zazá, una cupletista, y del cantor nacional Mario Pardo, acompañado por tres guitarras. A fin de mes, el 31 de agosto, reaparecían Gardel - Razzano con sus cuatro guitarristas y Roberto Firpo, acompañado por su típica criolla de “diez profesores”. Gloria Guzmán se convirtió en figura mayor del género revisteril gracias a la negativa del español como ella Luis Bayón Herrera, que desistió de contratarla para el Porteño. Guzmán, que había llegado a la ciudad con su marido para actuar en zarzuelas del Avenida, andaba sin trabajo y sin marido. Cairo le echó el ojo y la convirtió en la estrella mayor del Maipo, donde ya brillaba, entre otras, la espléndida Alicia Vignoli. “Así de gusto” se llamó la revista inicial con la Guzmán.

El 21 de noviembre de 1928 se produjo el primero de los dos grandes incendios del Teatro Maipo. Ardieron el escenario y los camarines pero se salvó la sala gracias a la obra del bombero de turno, que arrojó el telón metálico. Carlos Seguín era el propietario del edificio; Humberto Cairo, el empresario. Se estaba desarrollando el cuadro “Siluetas” de la revista “Vértigo”, interpretado por Laura Pinillos y Manolo Rico, con régie de Armando Rial, cuando el recalentamiento de una lámpara fue el motivo del fuego que hizo arder los tules de los decorados. Fuera de escena y a la espera de su turno estaban las vedettes Zoraida Corbani y Meneca Tailhade, aquella a quien Pepe Arias, en el film “Tango” (1933), designa como “la rubia con peinado ventarrón”. No hubo víctimas fatales y el espectáculo continuó en las terrazas aldeñas, sobre la calle Esmeralda y en la puerta del vecino cine teatro Real: la habitual multitud que circulaba por Esmeralda y Corrientes corrió hacia el fuego y pudo ver chicas casi en cueros y figuras populares ocultas debajo de levitas y perramus. Dicen las crónicas que, en la escapada, muchas señoras de la platea dejaron sus pieles sobre las butacas. Y eso que ya se avecinaba el verano, La crónica de La Prensa fue por demás alusiva: “Y el pánico entonces se hizo mayor cuando se vio que varios telones y bambalinas caían ardiendo junto a las puertas, imposibilitando la salida por ellas, so pena de parecer carbonizado.”

Sólo cinco meses después la compañía retorna a su escenario natural.
Entre tanto y durante las reparaciones del Maipo el equipo dio sus funciones en la sala de Porteño e hizo una habitual visita a Montevideo.

El 27 de abril de 1929 el Maipo reanudó sus actividades con todas sus galas y con Ernesto Vilches en la comedia “El rosario”. El frente, el vestíbulo y la sala habían sido remodelados a nuevo por el arquitecto Valentín M. Brodsky. La fisonomía general de la sala no difería demasiado de la apariencia que aún conserva aunque hace tiempo había sido liberada de buena parte de la ornamentación. El rediseño de 1929 abarcaba el efecto de fachada ejecutado en piedra granité blanca, con mucha luz en bóveda de cuatro círculo; una suite exterior como “avant-foyer”, la pequeña boletería de línea agradable; el vestíbulo o hall propiamente dicho con columnas enfiladas y la sala con reminiscencia de boite parisiense, ambiente íntimo y ameno, con espejos, nuevos motivos florales en bajorrelieve, un techo de forma abovedada al modo de un casco aplastado de esfera, antepecho voladizo de palcos y luz de lámpara, siempre difusa. Abundantes colores eran verificables en los adornos, debajo de los haces difuminados de las luces y en la armonía general. No faltaban esculturas y la boca del escenario recuadraba el entorno de una cortina que abarcaba el vuelo completo de la embocadura.

El estilo arquitectónico y decorativo daba respuesta a la difusión de la modernidad en una Argentina que se abría a la novedad europea abiertamente encontradas con el neoclasicismo que ya mostraban ufanos los teatros y los cines de avanzada. El objetivo, según lo expuso La Razón: hacer “resaltar los encantos propios del lenguaje arquitectónico más sincero y real en toda su belleza limpia y equilibrada”. El Maipo expandió su creatividad externa como una invitación al público para poblar el interior austero y regocijante en su intimidad.

A fines del mes siguiente, en mayo de 1929, la compañía de Irene López Heredia estrenaba tres piezas: “Champán, señorita”, “El corazón manda” y “El caballero Varona”. Desde tiempo antes alternaba en el Maipo la revista con esa clase de teatro. El género divertido había entrado de la mano de Ivo Pelay, con producción de Humberto Cairo, antes del descripto siniestro de 1928. Con Pelay colaboraba un joven inquieto, muy culto e e imaginativo, criado en colegios religiosos, periodista, hombre de la noche e incipiente autor de tangos. Se llamaba Luis César Amadori.

Juntos, Pelay, Amadori y Humberto Oriac (Cairo, al revés), firmaron “Bertoldo, Bertoldino y el otro (Gran Circo Criollo)” y “A Misia Presidencia” (Torneo Galante), su primera producción en el Maipo, estrenada el 23 de marzo de 1928. Era una parodia política metida en la arena de un circo, con monólogos, coreografías y canciones.

En “Bartoldo...”, Azucena Maizani estrenó el tango “Esta noche me emborracho”, de Enrique Santos Discépolo. En julio el equipo presentó “El paraíso de las mujeres”, con desfile de bailarinas y “una crónica diaria” de la Argentina. También actuaba Azucena Maizani. El 12 de octubre los autores presentaron la revista “Vértigo” - verdadero desafío al título que se representaba cuando el incendio de 1928 - y dentro de ella un sketch denominado “Del Scala al Maipo”, con referencias a todas las etapas de la sala, incluída la del Esmeralda. El elenco, un elencazo: Gloria Guzmán, Carmen Lamas, Linda Telma, Meneca Tailhade, Laura Pinillos y el maestro Bernardino Terés, que antecedió en la dirección orquestral de los espectáculos de la sala al notable Hans Diernhammer, un alemán que no tardó en aposentarse tras la música de escena de tantos éxitos.

Tras el recorrido por otros escenarios impuestos por el incendio, Amadori y Pelay retornaron al Maipo el 17 de enero de 1930. El teatro descansaba en la seguridad de algunas operetas adaptadas al medio local. Los nombrados no quisieron deshacer del todo ese modelo y ajustaron una versión de “Apasionadamente”, de Hennequin y Willemetz. En julio de 1931, el Maipo retomó su vieja y exclusiva rutina de la revista. Pelay produjo y Amadori escribió y dirigió “Balconeando en la ciudad”. Severo Fernández, Marcelo Ruggero, Tania, Francisco Canaro y su orquesta, María Esther y Segundo Pomar, Héctor Quintanilla, Alberto Anchart y Abelardo Farías discurrían sobre política y actualidad. Gloria Guzmán, Tania Ruggero y Quintanilla participaron en la posterior “Atención que me voy”, estrenada en noviembre de 1931. Un mes después resuenan los monólogos de Pepe Arias en “¡Pa’ el 32 estos es jauja¡”, de Amadori y Manuel Romero. Laurita Hernández se había incorporado en el elenco.

Libertad Lamarque, Alicia Vignoli y Pedro Quartucci se reúnen en “Viuda alegre 1931”, de Amadori y Pelay, con Diernhammer en la batuta. El 9 de agosto de 1933, en la pieza revisteril “En lo mejor de los mundos”, Pepe Arias estrenó el monólogo del rotoso de Villa Desocupación que dio origen en 1935 a su célebre personaje del film “Puerto Nuevo”, el primero de Amadori, codirigido con Mario Soffici. El 5 de octubre de 1933 hubo fiesta internacional en el Maipo: había llegado, contratada especialmente para actuar en ese escenario, la hispano mexicana Rosita Moreno, muy conocida desde que había acompañado a Carlos Gardel en “El día que me quieras” y en “Tango bar”, los dos films últimos del Zorzal. Rosita Moreno regresó en 1963 para la revista “Volvió Rosita” y en 1938 para interpretar la película “El canillita y la dama” con Luis Sandrini; al final del rodaje estaba ya con sus canciones en el Maipo (otro retorno, en 1940, la destinó al Teatro Casino).

En abril de 1934, la revista “Aquí están Pepe y Sofía, los ases de la alegría”, juntó al famoso monogolista con la inimitable del decir canyengue Sofía Bozán, superestrella del tango, la endecha política y la humorada de doble sentido en el Maipo de los años de 1930 y de 1940. En el mismo año, Charlo se agregó a esos elencos de “Vampiresas Porteñas”, donde estrenó el tango “Duda”, suyo y de Amadori. En “A la Habana me voy”, Pepe repitió frente a Sofía su famoso soliloquio sobre el Graf Zeppelín. Hacia 1935 Amadori destacaba en una conferencia de prensa cuánto habían aprendido de los gestores del Maipo y de la presencia reciente de Maurice Chevallier en un escenario porteño y dirigía la representación de sus “Escalera Real” y “¡Qué fenómeno el turismo!”. Por esos días Juan Carlos Thorry subió como estrella al escenario de la calle Esmeralda.

A medida que Amadori le fue tomando el gusto al cine, desde 1935, escribió menos para el teatro y confió en la pluma de su colega Antonio Botta, que redactó los diálogos de innumerables producciones posteriores que Luis César Amadori sólo produjo y en algún caso dirigió. Este último entendió el calor escénico de los cuadros con tules y escaleras y con cierta reminiscencia de algún reino perdido donde todo fuera feliz y pausado pero elocuente. Por entonces, Sofía Bozán estrenó en el Maipo el tango “Puente Alsina”, de Piana y Manzi, y se agregaron Aída Ollivier, Alicia Barrié , Victoria Cuenca, Perla Mary, Elena Lucena y Pablo Palitos, nombres que parecen repujados en la memoria querida del teatro Maipo. Llegaron, contratadas, algunas figuras internacionales: Etta Moten - creadora del número “Carioca”, en el film “Volando a Río” - y las rubias platinadas Frances Wray y Geraldine Pike. Ntervinieron en la revista “Las alegres rubias del Maipo”, la primera - dicen - que incorporó los característicos “boys” sobre la escena. Sofía Bozán presentó entre tanto la milonga “Largá las penas”, y el tango “Se piantan los años”. El elenco se agrandaba con Ramón Garay, Gladis Rizza y Marcos Caplán. En 1936 fue contratada la puertorriqueña de ojos achinados Mapy Cortés, mientras Aída Ollivier estrenaba la rumba de Lecuona “María de la O” y decía lo suyo la cancionista Blackie (Paloma Efron). En 1937, en medio de la profunda crisis económica que vivía el país, el Maipo era la única sala orientada a la revista donde la miseria nunca entró, aunque sobre el tablado todos hablaban de ella. La escena fue avanzando hacia la década de 1940 con títulos bien elocuentes de la realidad y del tono de los espectáculos como “Il barbiere de La Plata”, “La voz del Maipo (estación onda corta)”, “El dólar está cabrero”, “Jugando pasa la vida”, “El gran paraguas de la paz”, “Veranito de San Juan (elecciones libres)”, “Gauchos de Nueva York”, “Hora cambiada, ciudad reventada”, “¡Entró a tallar el del Interior¡” (alusión a un nuevo ministro de esa cartera), entre otras muchas.

El lunes 6 de septiembre de 1943 un nuevo incendio castigó las instalaciones del teatro Maipo. Ardió nuevamente el escenario, esta vez con tres muertos, dos maquinistas de parrilla que no lograron bajar y el actor Ambrosio Radrizzani, que cumplía papeles secundarios y que regresó a retirar sus pertenencias cuando ya se había alejado de las llamas. Se representaba entonces la revista “Apaga luz, mariposa, apaga luz”. Cuando estalló la lámpara cuyo fogonazo produjo el siniestro estaban en el escenario, frente al público, Elsa del Campillo y Alberto Anchart. Sofía Bozán y Aída Ollivier huyeron prestas mientras salvaron sus vidas la cancionista cubana Rita Montaner, que esperaba su ingreso fuera del escenario, y Pablo Palitos y Dringue Farías, que se habían retirado. Nuevamente, como en 1928, el afectado fue el escenario. La oportuna caída del telón metálico aisló el tablado de la sala, que quedó a salvo. Mecha Ortiz, que actuaba en el Politeama con la pieza de Jean Jacques Bernard “El hombre que yo quiera”, ofreció una función a beneficio de los caídos en el fuego. Claro que, como la función debe continuar, algo más de un mes y medio después, el 29 de octubre, reabrió el Maipo con el estreno de “Pucha que son lindas las noches oscuras” y la reposición de
de “Volvieron las oscuras golondrinas”
, dirigidas por Botta y Marcos Bronenberg.

Actuaban Sofía Bozán, Alberto Anchart, Marcos Caplán y Oscar Villa, acompañados por Deolinda Saravia, folklorista brasileña. Desde hacía tiempo. Los miércoles, la compañía de teatro francés de Rachel Berendt aprovechaba los días de descanso del personal del Maipo para ofrecer sus actuaciones. También retornó tras el incendio, no sin antes entregar el monto de una función para la familia de las víctimas. A fines del 43, el Maipo se jactaba de ser la única sala teatral con refrigeración. La revista era alusiva: “Para frescura la nuestra”.

En 1944 Luis César Amadori adquiere el edificio donde funciona el Maipo, Eduardo R. Becar y Antonio Pratt se ocupan de algunas puestas en escena, con elencos que incluyen a Francisco Charmiello, Pedro Quartucci, Raimundo Pastore, Emperatriz Carvajal, Lalo Malcolm, Sofía y Olinda Bozán, Marcos Caplán, Mario Fortuna, Aída Ollivier y Fanny Navarro, entre muchos. El 3 de julio de 1946, el Maipo debió cerrar sus puertas afectado por la ola de censura que se desató también sobre los teatros Casino y El Nacional, aunque a éstos no los alcanzó la medida. La inspección municipal había hallado que un resorte de la puerta de ingreso al foso utilizado por los músicos cerraba demasiado lento. En realidad, la medida insistió en “morigerar” un monólogo que pronunciaba Sofía Bozán imitando a Lucienne Boyer que había sido advertido antes por rumores, igual que el texto sobre un legislador laborista a cargo de Marcos Caplán. Un día después, el Maipo funcionaba de nuevo como si hubiera nada pasado pero la revista política se fue debilitando hasta desaparecer. “Se han suprimido todos los cuadros de este aspecto, de modo que no quede ya la menos ironía política en ningún teatro de Buenos Aires”, dijo La Nación el 5 de julio de 1946. En diciembre de 1950, una revista de Antonio Botta tenía un título sugestivo “Tomáte la vida en broma”.

Bajo otro signo político, el 7 de octubre de 1955, se produjo en la sala un inesperado tumulto. Sobre el escenario tenía la palabra Juan Carlos Mareco “Pinocho”. Un grupo de jóvenes irrumpió en la platea oscura al grito de “un teatro libre y democrático”, los inoportunos visitantes subieron al escenario e hicieron discursos. Los dispersó la policía y sólo se alargó media hora la función que había sido suspendida.

En 1952, los lunes, se habían reanudado los espectáculos en francés, a cargo de una compañía que arrendaba la sala. La agrupación dirigida por Roland Martín -- “Les comdiens de l’etoile” - presentó inicialmente “Monsieur de Falindor”, comedia de Manoir y Verhylle, inspirada en Boccaccio, como para no negarse del todo a las características habituales de la sala. En 1972 el teatro festejó su cincuentenario con la revista “Gran despliplume en el Maipo”, donde la espléndida Nélida Lobato mantenía el trono de Nélida Roca, Xenia Monti y otras supervedettes inolvidables en Buenos Aires. La acompañaba un singular elenco de esa hora: Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista, Haydée Padilla y Norma Brisky. Para festejar sus cuarenta años de vida, el Maipo editó un long play denominado “Música en el Maipo”. La dirección orquestal era de Lucio Milena con la participación de las figuras de la escena: Tito Lusiardo, Zaima Beleño, Hilda Mayo, Osvaldo Pacheco, Don Pelele, Los Cinco Latinos, Pedro Sombra y Vicnte Rubino. La producción era de Alberto Oscar González, la dirección y autoría de Julio Porter y Angel Cortese y la dirección general, de Luis César Amadori.

Amadori siguió al frente del Maipo hasta su muerte, en junio de 1977. Lo sucedió su hijo, Luis Alberto, quien, desde ahora, va a compartir el escritorio de los productores con Lino Patalano, un hombre a quien el espectáculo se ha convertido en impronta de esfuerzo y éxito. Tras una larga carrera que comenzó a ser notoria en el tiempo de café concert y de los subterráneos donde alguna diva decía versos de Brecht y que creció con producciones internacionales, para Lino Patalano llegar al Maipo es un ascenso con diploma de honor.

Sea teatro o revista - ambas son formas de un mismo universo - el futuro del Maipo seguirá siendo el reino de la imaginación, el lugar de las luces reflejadas en las lentejuelas y la caja mágica donde el tiempo se detiene.

Será también un tiempo de memoria porque el Maipo no puede negar su brillante pasado. Cuando el público se retire y comience la otra magia, la de los recuerdos que avivan su fuego, el “viejo varieté” vivirá en los recuerdos de quienes astillaron al escenario inmortal: Florencio Parravicini, Tomás y Leopoldo Simari, Pepe Arias, Miguel Gómez Bao, José Marrone, Tato Bores, Ubaldo Martínez, Pepe Soriano, Gloria Guzmán, Carmen Lamas, Iris Marga, Nélida Roca, Nélida Lobato, Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Celia Gamez, Alba Solís, Alicia Barrié, Azucena Maizani, Tania, Fanny Navarro, Miguel de Molina, Pepe Iglesias “El Zorro”, Juan Verdaguer, María Esther Gamas, Sofía Bozán, Laura Hernández, Alicia Márquez, Xenia Monti, Josephine Baker, Rosita Moreno, Héctor Quintanilla, Ranko Fugisawa, Hugo del Carril, Juanita Martínez, Maruja Montes, Alicia Vignoli, Juan Porta, Marcos Caplán, Juan Carlos Thorry, Dringue Farías, Francisco Charmiello, Alberto Anchart, Mario Fortuna, Vicente Climent, Adolfo Stray, Blackie, Niní Marshall, Violeta Rivas, Susy Leivas, Ramona Galarza, Mabel Miranda, May Arvil, Rosita Quiroga, Carmen Idal, Haydée Padilla, Carmen Olmedo, José Basso, Manolo Rico, Marcelo Ruggero, Pablo Palitos, León Zárate, Diana Maggi, Diana Lupe, Mary Santpere, Juan Carlos Mareco, Aída Luz y muchísimos más. Cada uno podrá hacer el aporte ayudado por su propia memoria.


Historia extraída de:
http://www.maipo.com.ar

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