martes, 11 de diciembre de 2007

Historia de Tittarelli


Primera Etapa

Enrico Tittarelli nació en 1882 en la región adriática de las Marcas, Italia. En 1900 llegó a Buenos Aires.

En 1909, viviendo en Mendoza, se casó con Teresa Bombadre. De este matrimonio nacieron siete hijos, cuyos nombres tienen remembranzas de ese desarraigo siendo aún adolescente: Pacífico, Américo, Mario, José, Arturo, Italia y Colombia.

El año clave fue 1915. Compró tres hectáreas en la localidad Los Campamentos, en el departamento Rivadavia y allí cultivó viñedos; luego fue comprando más tierras y plantó olivos y más tarde construyó una bodega, mientras seguía creciendo su empresa con otra bodega y más fincas, bajo la razón social “Los Olivos Bodegas y Viñedos Enrique Tittarelli SRL”.

El isotipo que eligió Enrique Tittarelli para sus vinos, fue un círculo con un caballo sobre una estrella. El caballo, la fuerza; la estrella, la suerte.
Si bien el progreso de la firma era cada vez más notable, el mayor empeño y dedicación Enrique lo volcó en la olivicultura; llegó a tener un vivero con 150 mil olivos y otros 300 mil en almácigos.

Así es como, sin conocer la metodología, el ejercicio de prueba y error le permitió dar impulso a una explotación agrícola-industrial que más tarde sería una importante contribución a la economía nacional. Por lo que se lo considera un precursor de la olivicultura argentina.

Segunda etapa

Siguió en la administración de la empresa, su hijo Pacífico, quien estudió en la Quinta Agronómica, y obtuvo el título de agricultor enólogo.

Por sus conocimientos e investigaciones posteriores, se convirtió en un especialista en edafología, compró grandes extensiones de terrenos áridos que pronto se convirtieron en tierras fértiles. Sus escritos en esta materia llegaron hasta los claustros universitarios. Frecuentemente era consultado para el cultivo del olivo en el país y hasta en Chile.
También se propuso injertar y seleccionar cepas locales con otras de procedencia europea, sacadas de las mejores producciones de ese continente. Con el correr de los años obtuvo una producción cada vez de mayor calidad.

Sus deseos de expandir el cultivo de olivares tuvo como reconocimiento los premios obtenidos por los aceites Tittarelli en las exposiciones internacionales y, obsesionado por la calidad, desarrolló un método de esterilización de la aceituna que fue una avanzada en la industria conservera.

Fue pionero en exportar la producción olivícola y vitivinícola, convencido de que la colocación de la producción argentina en el mercado internacional era el mejor mecanismo para el ingreso de divisas genuinas.
Durante su administración, la empresa logró su mayor expansión.

Con el capital que reunía, Enrique Tittarelli pronto se convirtió en propietario. El año clave fue 1915 Compró tres hectáreas en la localidad Los Campamentos, en el departamento Rivadavia y allí cultivó viñedos; luego fue comprando más tierras y plantó olivos y más tarde construyó una bodega, mientras seguía creciendo su empresa con otra bodega y más fincas, bajo la razón social “Los Olivos Bodegas y Viñedos Enrique Tittarelli SRL”.
El isotipo que eligió Enrique Tittarelli para sus vinos, fue un círculo con un caballo sobre una estrella. El caballo, la fuerza; la estrella, la suerte.

Esa localidad también está emparentada con otro aspecto de la historia. Los Campamentos, junto con Reducción y Libertad, son lugares que adoptaron esos nombres porque allí fueron derivados los aborígenes, luego de la campaña militar para recuperar tierras y extender los límites de la superficie cultivable.

Si bien el progreso de la firma era cada vez más notable, el mayor empeño y dedicación Enrique lo volcó en la olivicultura; llegó a tener un vivero con 150 mil olivos y otros 300 mil en almácigos, listos para ser trasplantados, abasteciendo no sólo a los productores de Mendoza (en una oportunidad vendió 120.000 plantas al propio Gargantini), sino de todo el país e incluso de Chile.

Cuenta su nieto Enrique que la mayor cantidad de conocimientos los obtuvo de su propia experiencia y su propia observación. Recordaba su padre que, por ejemplo, el abuelo advirtió que las gallinas comían las aceitunas y al dejar el carozo semienterrado, nacía una planta.

Así es como, sin conocer la metodología, el ejercicio de prueba y error le permitió dar impulso a una explotación agrícola-industrial que más tarde sería una importante contribución a la economía argentina.
Por todo lo enunciado se lo considera un precursor de la olivicultura argentina.

El amor por la naturaleza también fue demostrado por Enrique en su propia casa, un bello chalet que aún se conserva, donde cultivó hasta 30 variedades de rosales de primera calidad.

En 1952 falleció su esposa Teresa y es cuando decide anticipar el reparto de su cuantiosa fortuna entre sus hijos, quienes lo habían acompañado en el trabajo durante los últimos años. Desde entonces se radicó en Buenos Aires, por motivos de salud. Periódicamente viajaba a Mendoza para recorrer los cultivos a los que tanto anhelo y sacrificio les había inyectado. En uno de esos viajes, el 19 de octubre de 1962, se apagó su existencia.


Historia extraída de:
http://www.vinostittarelli.com.ar

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