lunes, 16 de febrero de 2009

Navegador de Google


Cuando Google anunció el 1° de septiembre pasado que sacaba su propio navegador web, muchos en el medio pensaron que volvía la guerra de los navegadores, como aquella emblemática entre Netscape y Microsoft. El mismo Sergey Brin, cofundador de Google, dijo al anunciar Chrome: “lo que queremos es un ecosistema diverso y vibrante”. “Queremos varios navegadores que den opciones sustanciales y viables”.

Los observadores del negocio, sin embargo, aconsejan no creerle ni por un segundo. La primera versión de Chrome es aparentemente un navegador más que corre con Windows, pero si se analizan con más detenimiento sus características y diseño de base se infiere un objetivo mucho más amplio y ambicioso que consistiría no sólo acaparar 75% del mercado que hoy tiene el Explorer sino el dominio mismo de Windows en el campo del “desktop”.

Chrome viene sin los atractivos botones y barras de herramientas de los otros navegadores. Sólo trae una caja para introducir allí sea un término de búsqueda o una URL. Pero este minimalismo no es simplemente estético; Google reconoce que las páginas web se han vuelto mucho más complejas que antes. Casi todas las páginas que vemos son un programa en sí mismas. Más que un conjunto de textos, imágenes e instrucciones de formato, una página de Facebook, o de Google Maps o de cualquier sitio de compras que permita a un ejecutivo rastrear los contactos de sus clientes, son páginas llenas de códigos de software. Chrome, admiten voceros de la compañía, cree que su tarea es correr esos programas con eficiencia y confiabilidad.

Es evidente que los responsables de los otros navegadores también advierten este cambio. Tanto el Explorer 8 (que ya se puede bajar de la Web) como el Firefox de Mozilla traen muchas mejoras en seguridad y estabilidad. Pero piensan en esas características como agregados a las páginas web, lo cual refleja una idea un tanto anticuada de la función de un navegador.
Google toma un camino diferente cuando redefine la función misma del navegador. No perdió tiempo ni esfuerzo imitando lo que tradicionalmente consideramos el corazón de un navegador, o sea, el motor que trae páginas a la pantalla, que les da su apariencia visible a partir de textos, imágenes e instrucciones provistas por servidores web. Google, en cambio, simplemente adaptó el moto-navegador de fuente abierta Webkit que usa Safari.

La gran diferencia está en el Task Manager (administrador de tareas), escondido dentro del menú “Developer”. Allí se ve cuáles son las prioridades de Google. Al hacer clic en el Task Manager, se abre una ventana que enumera todas las páginas que uno ha abierto y cuánta memoria y tiempo de procesamiento está usando. Hasta hay un botón que se llama “End Process” (terminar el proceso), que obliga a cerrarse a una página que no está abriendo bien, algo que no se puede hacer con el Internet Explorer o con el Firefox sin cerrar el navegador y todas las otras aplicaciones web.

¿Navegador o sistema operativo?

Ésa es una función típica de los sistemas operativos, como Windows o Mac OSX. Entonces, lo que hace Chrome es ofrecer muchas de las características típicas de un sistema operativo: carga aplicaciones web, maneja memoria y uso de procesador e impide que interfieran entre sí. ¿Qué se puede inferir entonces de las intenciones de Google al sacar su navegador? Que se propone superar los actuales sistemas operativos y, en consecuencia, hacerles perder relevancia.

Chrome no va a mandar al tacho de la basura al Explorer o al Firefox y mucho menos al Windows. Al menos por ahora. Todos ellos han ido gradualmente mejorándose y el actual Internet Explorer 8 marca un avance importante en cuanto a proteger usuarios de sitios maliciosos. Pero sin lugar a dudas ha introducido una cuña que seguramente va a sacudir a todo el negocio.

Fuente:http://www.mercado.com.ar
Fecha:16/02/2009

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