miércoles, 10 de octubre de 2007

Historia de Establecimiento Las Marias


La historia de Las Marías comienza en tiempos prehistóricos, cuando los guaraníes dominaban la región y ocupaban estas tierras a las que llamaban Umbú. Los gratos momentos y mates compartidos bajo la generosa sombra de esos árboles habrá, acaso, inspirado el nombre del lugar, al costado del camino con rumbo a la cruz del sur.

Ese camino sería tomado por los jesuitas en su pacífica conquista, se convertiría luego en el Camino Real de los Yerbales y llegaría  hasta nuestros días como la Ruta Nacional Nº 14. De la misma forma, la estancia misionera ubicada en Umbú se convirtió con el tiempo en una enorme propiedad ganadera llamada la Vuelta del Ombú que luego se convertiría en la ciudad de Virasoro y en el Establecimiento Las Marías.

Luego de la guerra del Paraguay, el uruguayo Víctor Navajas, por entonces prominente vecino de la ciudad de Santo Tomé y uno de sus refundadores, compró la estancia Vuelta del Ombú. A su muerte, legó esta propiedad a sus siete hijos. En la fracción sur de la Estancia, cerca de dónde los jesuitas tenían la pequeña capilla de Santa María, uno de sus hijos, Adolfo Navajas, bautizó la porción de tierra que heredó con el nombre de Las Marías en 1912, poco antes de morir. Ese mismo año, su viuda Concepción Centeno de Navajas, se mudó a la estancia con sus cuatro hijos, decidida a quedarse y a obtener de la tierra una forma de vida, sumándole a la clásica actividad ganadera algunas plantaciones. Desafiando las tradiciones, en 1912, ésta mujer compró dos mil plantas de yerba y las plantó en Las Marías, aunque sin éxito, quedando sin embargo en la familia, la simiente aquel intento.

Las Marías y su fundador

Ese mismo año de 1912, Víctor Elías Navajas Centeno, huérfano a los nueve años, en  agradecimiento por  unas plantas de citrus que había recibido de regalo, el día de su décimo cumpleaños le  escribió a su abuela una carta premonitoria . "…con ella [por su mamá] y los peones plantamos con mucho cuidado las plantitas tan lindas y Dios quiera tengamos suerte y prenda[n] todas y nos dejen las hormigas malditas, para algún día verla comiendo frutas de ellas".  El inspirado niño, convertido ya en dinámico y brillante hombre, doce años más tarde volvería a desafiar las tradiciones de la región,  implantando yerbales, aunque esta vez con éxito, y así logró en 1924 las plantaciones de yerba más australes del planeta. Al año siguiente, María Silvia Artaza, su joven y hermosa mujer le daba su primer hijo.

Al compás del empeño e inteligencia notables de aquel hombre, en pocos años, las plantaciones se convirtieron en yerba, en mates excelentes. Tiempo más tarde, ante las dificultades  de comercializar su mies en bruto, Don Víctor decidió volver a desafiar al sentido común proponiéndose terminar de elaborar, aún envasar su yerba en origen. ¿Una industria en el medio de la nada?, ¿Una producción integrada, que consiga controlar la calidad desde la propia germinación de las plantas hasta la misma mesa del consumidor? Taragüi, la prueba viva de que no eran ideas solamente, en poco tiempo disputó en un competitivo mercado y con el transcurso del tiempo se puso a la vanguardia de su categoría.

En lugar de recalar en aguas tranquilas y detenerse a disfrutar el merecido fruto de su acierto, Víctor Navajas Centeno prefirió disfrutar, pero no detenerse. En a la década de 1940 consolidó su posición, completó su familia con el nacimiento de su cuarto hijo y asumió con la sociedad el compromiso que la nobleza obliga, compartiendo los beneficios del progreso con los trabajadores que le ayudaban en su empresa. Mucho antes que la ley lo garantizara, Las Marías ofrecía el aguinaldo y las vacaciones pagas a su gente, así como le aseguraba a sus familias una vivienda digna, educación (con la creación de la primera escuela) y salud (con la instalación de un Servicio Médico dentro del establecimiento).  

Así, Taragüi se convirtió en una fórmula, y su exitoso equipo de fútbol se convirtió en el cuerpo tangible de un espíritu que mezclaba en la polvareda a peones y capataces, patrones y referís, todos en la misma senda, dando origen al Club Taragüí y a la singular comunidad que Las Marías es hoy.

En las décadas del '40 y del '50, la incorporación de su hijos mayores a la actividad productiva tuvo un efecto multiplicador. El té, que con éxito venía cultivándose en la región misionera, fue incluido con ímpetu y naturalidad a la producción en todos los niveles. Guiada por la magia que lleva esa bebida, en pocos años, Las Marías producía un té calificado con los mejores puntajes a nivel mundial.  Las forestaciones iniciadas como obvia respuesta al desafío de aprovechar las zonas bajas no aptas para la yerba y el té, dieron comienzo al desarrollo de una completa industria de la madera. En la provincia de Misiones, natural hermana mayor de nuestra región, también se desarrolló una red de secaderos pensados para aprovechar la generosa yerba implantada en terrenos ganados a la selva.

Coincidiendo con la incorporación de su cuarto hijo a la empresa, en la década de 1960, Don Víctor Navajas decidió retirarse. Tomó la ganadería, actividad originaria del establecimiento, como ocupación, desarrollando con el asesoramiento experto del segundo de sus hijos, los primeros rudimentos de una ganadería intensiva. Recorría en su Citroen 2 CV sus campos y vigilaba con atención el desempeño de sus continuadores en la dirección de la empresa. En esos años Don Víctor gestó la Fundación Victoria Jean Navajas focalizada en la educación, ampliando así la pequeña escuela que en 1944 había fundado para los hijos de sus empleados, para dar institucionalidad al aporte que su empresa siempre había hecho a la comunidad. Viajó por el mundo, construyó la capilla del cementerio de Las Marías en un acto de buen gusto propio de él, y, en ese plan, murió a los 64 años en Barcelona, el 10 de Julio de 1967.


Historia extraída de:
http://www.lasmarias.com.ar

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